El estrés es parte normal de la vida cotidiana. Y no todo el estrés es malo. El estrés puede dotarle de energía para dar más de sí que en un estado mental relajado. La adrenalina, una hormona que el organismo produce cuando el cerebro emite señales de "estrés", le hace estar alerta. El ritmo cardíaco aumenta, bombeando más oxígeno a la sangre; los músculos se tensan, preparándose para la lucha o huida. Esta es la respuesta fundamental al estrés que ha acompañado a la humanidad desde sus albores. Sin embargo, al igual que muchas cosas de la vida, lo bueno en exceso puede llegar a ser perjudicial. El estrés constante merma su salud y bienestar. Su organismo llega a un punto crítico y ya no puede reaccionar como es debido. Comienzan a aparecer signos de ansiedad y otros síntomas.1
En materia de estrés, hay una correlación entre el estado emocional y el físico. En otras palabras: el estrés afecta la mente y el cuerpo. Si la situación estresante se prolonga, la mente será la primera en reaccionar. Comienza a establecerse la inquietud, al tiempo que van imponiéndose la tensión y la ansiedad. Esto suele provocar trastornos del sueño. El nivel de cortisol en el organismo es permanentemente alto, lo que debilita el sistema inmunitario, con los consiguientes síntomas físicos. Se siente agotado porque su organismo no puede mantener el nivel normal de defensa inmunitaria. Con niveles de estrés prolongados, uno se vuelve más propenso a contraer enfermedades e infecciones. El cuerpo también muestra otras reacciones. Los dolores de cabeza por estrés y el dolor de pecho también son síntomas frecuentes.1-3
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