No hay nada como dormir bien por la noche. En cambio, dormir mal o sufrir alteraciones del sueño tiene efectos importantes. Si le cuesta conciliar el sueño y pasa noches agitadas, su cuerpo y cerebro no tienen tiempo de recuperarse. Mientras duerme, el organismo tiene el tiempo y la energía para autosanarse y recobrar el equilibrio. Al mismo tiempo, el cerebro crea nuevas conexiones neuronales y ayuda a conservar la memoria. Sin suficiente sueño, el cerebro y el cuerpo no obtienen el descanso que merecen. La respuesta del organismo al estrés es una compleja red de procesos interrelacionados, en cascada, que pueden producir inquietud y trastornos del sueño, como el insomnio. El resultado es un círculo vicioso de estrés e insomnio.1
No es de extrañar que el sueño no parezca una de las prioridades en el acelerado mundo de hoy en día. A menudo se da más importancia al trabajo, la familia, el ocio y a otras obligaciones. Sin embargo, el sueño no es un lujo: es una necesidad. Es tan importante para la salud física y emocional como la comida y el agua. Por eso los trastornos del sueño, como el insomnio, se deben tomar en serio. Cuando no dormimos lo suficiente, estamos agotados y nos irritamos con facilidad. Toda esta situación parece sobrepasarnos. Durante la jornada, la concentración y el rendimiento comienzan a disminuir. Entonces empezamos a cometer errores en el trabajo o en casa. Estos son solo unos cuantos signos de haber dormido mal. No obstante, a largo plazo, los trastornos del sueño pueden producir incluso problemas de salud más graves, como enfermedades cardiovasculares, diabetes, aumento de peso o depresión.2-7
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